Nanas
Las nanas son cantos teñidos de tristeza. Quizá por eso las estamos relegando al Gabinete de las Maravillas del pasado.
Antes eran las madres quienes envolvían a sus niños en aquel manto de dulzura. Hoy preferimos descargar una App en el móvil para que les vayan cantando nanas hasta que se duerman.
Y es que vivimos una época que ha establecido otra relación con la naturaleza y con los afectos, pero también con la belleza y con la música.
Menos mal que nos quedan las abuelas, las únicas que las recuerdan y todavía las hay que se las cantan a sus nietos, como si prolongasen de este modo su maternidad, en una suerte de muñeca rusa que llevara en su seno a los hijos de sus hijas.
García Lorca fue el primero en resaltar el tono trágico de las nanas en nuestro país, que con frecuencia buscan herir la sensibilidad del niño: “La canción de cuna va dirigida casi siempre (no hay regla sin excepción) contra el niño”. Decía que el texto de las nanas “lo entra de lleno en la realidad cruda y le va infiltrando el dramatismo del mundo”.
¿Será este pesimismo una consecuencia del desgarro que la madre siente al separarse el niño de su cuerpo y verlo expuesto a las lides de la vida?. Ese pesimismo que inspira la Nana de Claude Debussy, Noël des enfants qui n’ont plus de maisons, donde narra el desamparo de los niños solos, esos niños que han perdido el hogar, con su padre en la guerra y su madre muerta. O la nana de Manuel de Falla, la que escribió sobre el hermoso texto de María Lejárraga, Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos, que expresa el miedo a que su criatura muera cuando de mayor sea soldado.
Junto al temor ante lo que le deparará el futuro, las nanas reflejan también el orgullo amargo de ver al hijo crecer y convertirse en un ser independiente. Es el sabor agridulce de George Gershwin en Summertime, la nana de Porgy and Bess, con letra de DuBose Heyward: “Una mañana te despertarás cantando, desplegarás tus alas y volarás hacia el cielo”.
En su Imaginación sonora, el filósofo Eugenio Trías recordaba que la voz de la madre es la primera forma de relación que el niño toma con el sonido, como una constante que termina diferenciándola de los ruidos procedentes del cuerpo materno. Podríamos decir que en su voz encontrará la continuidad del canto antes y después del nacimiento.
Hubiera querido ser mujer, aunque solo fuera por tener la experiencia de la maternidad. Hoy que los años me han convertido en un hombre, solo me cabe evocar la voz de mi madre antes de nacer, cuando aún éramos una sola carne. Sonido matricial, en donde encuentro el canto más puro.
Te dejo esta nana popular murciana. Apenas dura dos minutos…, cierra los ojos y déjate acunar por su belleza.
“A la mar tengo que ir por agua para llorar, ya que no tienen mis ojos lágrimas que derramar”..
Antonio Narejos
Detalle de la foto de Leandro Cesar Santana en Unsplash