Los conservatorios frente al espejo del covid-19
La actividad académica en los conservatorios de música se ha mantenido sin interrupción. La pandemia cerró las puertas de los centros, pero al mismo tiempo abrió otras que nos llevaron a escenarios distintos donde aún nos sentimos extraños. El curso está a punto de terminar y es un buen momento para hacer balance, identificar las debilidades y reforzar los aciertos. El comienzo del nuevo curso en septiembre supondrá un reto extraordinario para el que es necesario estar preparados.
El alumnado
En una primera valoración, los estudiantes figuran como los grandes perjudicados. Probablemente en cuarentena se tiene más tiempo para estudiar, pero a la mayoría el cambio les habrá afectado en su capacidad de concentración, su motivación y rendimiento. Además, las posibilidades de estudio en estas circunstancias no siempre son las mejores. Hay instrumentos, como la percusión, el órgano o el clave, que raramente se tienen en casa, y tampoco se dispone de una biblioteca en condiciones.
Concretamente el trabajo en grupo se ha esfumado por completo. Las posibilidades de ensayos online son muy escasas, por algunas limitaciones técnicas como el desfase y el recorte de frecuencias, que complican la coordinación rítmica, la precisión en la emisión y la calidad del sonido. Esto obliga a formas de interacción pésimas y sin solución con los medios tecnológicos actuales. Otras cuestiones propias de la interpretación en grupo como la comunicación gestual, sencillamente no son posibles a través de pantallas. Pensemos en la importancia de la práctica de conjunto, una de las materias básicas y nexo común de todas las especialidades. Las nuevas condiciones a partir de septiembre complican las cosas para el trabajo de orquesta, coro, conjuntos y música de cámara. La distancia de 2 metros aumenta la dificultar de contar con espacios suficientemente amplios.
El colectivo de estudiantes con la situación más delicada es el de quienes aspiran a obtener un título, tanto si terminan los estudios profesionales, como los superiores o de máster. Hay que reconocer los esfuerzos para flexibilidad plazos, pero la mayoría no se sienten preparados para afrontar un concierto fin de estudios en las condiciones de trabajo de los últimos meses. Cada nivel tiene su problemática específica, pero quienes más afecta es a los alumnos de las enseñanzas profesionales, que funcionan por cursos completos. Como solución se ha propuesto que quienes tengan asignaturas suspensas no repitan el último año, sino solo esas asignaturas, como se hace en las enseñanzas superiores.
Quienes se marcharon de Erasmus+ han tenido complicaciones añadidas. Desde la Comisión Europea se ha garantizado que las becas no se van a perder, valorando que muchas cargas no son tan fáciles de suprimir, como el alquiler de la vivienda, contrato de electricidad, etc. Incluso se puede solicitar la devolución de los gastos de viaje de regreso a casa. Si no quieren perder el curso, estos estudiantes tendrán que adaptarse a los sistemas de evaluación implementados en sus países de destino, pero el precio más alto a pagar será el haber visto rotas sus ilusiones y las oportunidades académicas y profesionales que una ocasión así les brindaba.
El profesorado
Los profesores están siendo sin duda los grandes protagonistas. En la mayoría de los casos asumieron la responsabilidad de organizar las actividades educativas y mantener informados a los alumnos. Gracias a su empeño personal se están supliendo muchas de las carencias de los centros.
La mayoría se ha adaptado al teletrabajo del mejor modo que ha podido, impartiendo clases a distancia para las que nadie les había formado. Tengamos en cuenta que España es uno de los países de la OCDE con el profesorado peor preparado para estas tareas. Según los datos publicados en el informe Pisa 2018, solo el 53% de los profesores españoles se reconocen tener habilidades para el uso de las nuevas tecnologías educativas, muy por debajo de la media OCDE que es del 64%.
A pesar de todo, se pusieron manos a la obra y hasta profesores próximos a la jubilación, quienes pensaban que esto ya no era cosa suya, están respondiendo admirablemente. En la mayoría de los casos, además han tenido que aportar sus propios dispositivos, herramientas de software y los contratos de Internet de sus hogares.
En las clases individuales de instrumento se emplean preferentemente Skype y las opciones de videollamada incluidas en Whatsapp y Messenger de Facebook. Todas ellas permiten la participación simultánea de varias personas. Otros profesores se sienten menos cómodos con el trabajo en tiempo real y prefieren que los alumnos les envíen grabaciones que luego analizan y comentan, incluso con correcciones y ejemplos grabados en vídeo por ellos mismos.
En las clases con pianista acompañante hay que añadir el problema del desfase producido en la emisión a distancia, conocido técnicamente como latencia. Muchos pianistas lo solucionan enviado a los alumnos grabaciones del acompañamiento para su estudio personal, pero también se están explorando otras opciones, como el trabajo por pasajes, con adaptaciones improvisadas por parte del pianista o bien mediante la escucha alternativa.
Las clases teóricas y teórico-prácticas ofrecen menos problemas técnicos al desarrollarse de forma virtual. Ya hay experiencias de estudios oficiales impartidos en modalidad 100% online. Los programas más utilizados en este caso son Google Meets, Skype y FaceTime de Apple. También Zoom y Microsoft Teams que son aplicaciones de pago, aunque la primera permite emisiones gratuitas de hasta 40 minutos.
La mayoría de los conservatorios están lejos de contar con las plataformas digitales de las universidades, y en ocasiones ni siquiera las administraciones les han ofrecido una cobertura adecuada para nuestras enseñanzas. Alternativas frecuentes son Google Classroom y Moodle. Pero en la mayoría de los casos cada profesor utiliza el medio que mejor considera, lo que no garantiza la efectividad y pone en riesgo tanto la privacidad como la seguridad de los datos, al tiempo que no disponen de soporte técnico ni de una formación específica.
En todo caso, los problemas fundamentales de las clases online no son de índole técnica, sino didáctica. En primer lugar, las tecnologías no pueden sustituir la actividad presencial, sino solo complementarla. Al menos en las enseñanzas instrumentales no puede hablarse de una equivalencia virtual, tanto por los problemas técnicos ya mencionados como por la falta de inmediatez en la interactividad. Pero sobre todo, las comunicaciones virtuales constriñen el factor humano en la comunicación y suprimen la empatía, aspectos que difícilmente podrán suplir las tantas veces anunciadas redes 5G.
En segundo lugar, se necesita una adaptación de los contenidos y las metodologías. No puede ser que en las clases online se siga haciendo lo mismo que las presenciales, solo que por medios digitales. Las actividades tienen que ser necesariamente diferentes y complementarias. Hay que pensar qué cosas se pueden hacer y cuáles habrá que dejar para el aula. Por ejemplo, el modelo de la clase magistral online resulta extremadamente aburrido ante una pantalla. Es necesaria una mayor interacción, dando más importancia cuestiones como el debate, la reflexión y el análisis.
Teniendo en cuenta la previsión de nuevos brotes del coronavirus en otoño-invierno de este año y del próximo, todo hace pensar que la nueva normalidad a partir de septiembre tendrá muy poco de normal. Aparte de los protocolos de seguridad y salud, hay que hacerse a la idea de que las cosas no volverán a ser como antes.
Por lo pronto las condiciones de distanciamiento obligarán a una enseñanza semipresencial, por la reducción de ratios y el incremento de necesidades de espacio en los centros. Se diferenciarán los contenidos en distintos tipos de clases, parte de los recursos estarán disponibles en la red, y se impondrán otras metodologías de trabajo.
Pero cuando todo esto pase vendrá la normalidad requetenueva, donde prescindiremos definitivamente de muchas de las certidumbres y de los hábitos cuya eficacia nunca habríamos puesto en duda y que entonces se nos revelarán como innecesarios e inútiles.
Los centros
Más importante que aprender a manejar nuevas herramientas es ser capaces de aprovechar la oportunidad para rediseñar la misión de nuestros conservatorios y redefinir estrategias. Es momento de tomar decisiones valientes, a sabiendas de que hay poco margen y aún menos presupuesto.
En esta misión tiene mucho que decir la capacidad de liderazgo pedagógico de los directores de los centros. Y, ahora más que nunca, se necesita de la creatividad y la colaboración de toda la comunidad educativa, desde las juntas directivas a los departamentos didácticos, los claustros de profesores, los consejos de centro y las asociaciones de estudiantes.
La capacidad de reacción de los conservatorios está siendo muy desigual. Viendo las páginas web de los conservatorios, parece que en algunos de ellos el mundo se paró el 14 de marzo. Ninguna referencia a la situación actual o a lo sumo el aviso del cierre de los centros y la suspensión de los plazos previstos hasta nuevo aviso. Pero la mayoría de ellos ofrecen información sobre la adaptación a las nuevas circunstancias de las programaciones y las guías docentes, las nuevas condiciones para la realización de las pruebas de acceso, los recitales de fin de estudios, etc. En muchos casos se ha puesto especial cuidado en ofrecer contenidos pedagógicos online, talleres, recopilaciones de enlaces de interés y recursos legales, etc.
La mayoría ha celebrado Jornadas de puertas abiertas virtuales, si bien con diferente alcance. Algunos se han limitado a ofrecer charlas informativas sobre el funcionamiento de los centros y facilitar el contacto con parte del profesorado, mientras que otros han programado incluso charlas-coloquio y clases prácticas online.
Algunos conservatorios también están cuidando la proyección institucional, dando un paso más allá de la que es su primera misión, la de impartir enseñanzas. Esto se aprecia en la organización de actividades artísticas, implicando tanto a estudiantes como a profesores. Aunque, por el momento, no se está viendo tanto el reflejo en otras facetas, como las actividades de acción solidaria, las relaciones interinstitucionales o el apoyo a la investigación. Esta última línea de trabajo corre el peligro de ser la más perjudicada, a pesar de la extraordinaria aportación que supondría tratar de llevar a la práctica los resultados de tantas tesis doctorales que muchos de nuestros profesores han realizado y que son de aplicación directa para la mejora de nuestras enseñanzas.
El espejo del covid-19 está reflejando la realidad de nuestras enseñanzas y la situación de nuestros centros, en sus fortalezas y debilidades. La forma en que los conservatorios están afrontado la crisis dice mucho de cómo cada uno de ellos será capaz de salir adelante en el futuro inmediato. Aquellos que lo hayan planificado saldrán reforzados y hasta revitalizados, los otros tendrán que conformarse con sobrevivir.
Antonio Narejos