Bolonia desnuda a los Conservatorios Superiores españoles
La puesta en marcha de las enseñanzas artísticas superiores en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior está poniendo al descubierto las grandes lagunas de nuestros conservatorios y la escasa o nula capacidad de reacción de las administraciones que los sustentan.
Desde hace más de una década, y bajo el impulso del proceso de Bolonia, en Europa se están estableciendo estándares y líneas maestras que garantizan el buen funcionamiento de la educación superior. Los gobiernos, las agencias de calidad y las propias instituciones de enseñanza se han puesto las pilas y trabajan por la sostenibilidad y la excelencia de los centros.
Pero la mayoría de las instituciones españolas no resistirían una evaluación de acuerdo a los estándares europeos. Sencillamente, no estamos preparados.
Una de las razones de esta situación es la inexistencia de sistemas y procedimientos de evaluación de la calidad para los centros de enseñanzas artísticas. El Real Decreto de ordenación 1614/2009 [1] prevé, o casi mejor vaticina, que algún día existirán en España mecanismos de control de la calidad acordes con los definidos y regulados en el contexto educativo europeo.
Entre otras cosas, la evaluación de la calidad de estas enseñanzas deberá mejorar la actividad docente, investigadora y de gestión de los centros, así como fomentar la excelencia y movilidad de estudiantes y profesorado (ver Artículo 19.1. del citado RD).
Pero, por ejemplo, ¿Quién se supone que supervisa y evalúa periódicamente los Grados que se están impartiendo ya en toda España desde hace dos años? ¿Cómo se pondrán en marcha los Máster en Música? Según el citado RD, la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) o, en su caso, la agencia de evaluación de la comunidad autónoma correspondiente, tendrá que aprobar los planes de estudios,… pero todavía no se han establecido los protocolos que lo hagan posible!!
Y ni siquiera nos queda el consuelo de los tontos, ya que la situación española es singular entre los países de nuestro entorno. Solo Eslovenia y España carecen de sistemas de control de la calidad para los centros musicales de enseñanza superior, según un estudio comparativo realizado en 2008 por el grupo de trabajo ‘Mundus musicalis’ dentro de la AEC [1]. La mayoría de los países cuentan con mecanismos internos y/o externos de control, tanto a nivel regional como nacional, según los casos.
El principal problema es la falta de un espacio de gestión propio de estas enseñanzas, que permanecen encorsetadas en la estructura de la educación secundaria, con la que no comparte ni objetivos, ni niveles educativos, ni metodologías de trabajo, ni estructura docente.
Las administraciones, en general, tienen sus responsabilidades muy atomizadas y disperas, carecen de un plan previsto y tienen que acogerse a normativas supletorias de difícil adaptación. Hay vacíos alarmantes y mucha, mucha improvisación. La Inspección educativa con frecuencia corre a cargo de personas no preparadas para evaluar programas de música ni instituciones de educación superior. En consecuencia muchas de las decisiones que se toman son equivocadas y reducen la efectividad de los centros.
Entre las lagunas que atenazan nuestras enseñanzas destaca la pésima gestión del profesorado, arrastrando lastres normativos de imposible o muy forzada aplicación y que traen como consecuencia la lentitud en la dotación y en ocasiones hasta la no adecuación docente.
En su mayoría el profesorado quiere hacer bien su trabajo, y aspira a formarse y proyectar su actividad dentro y fuera de los centros. Pero para la administración esto viene a ser una especie de herejía. No solo no se incentiva que el profesor investigue, que ofrezca conciertos, estrene sus composiciones, publique artículos o participe en congresos, sino que en la mayor parte de los casos se le penaliza. Interesa más que el profesor esté en el aula a la hora indicada en su horario y no los resultados de su trabajo o que amplíe su formación.
Compárense los sexenios universitarios y los de nuestros profesores, los cuales pueden perfeccionarse realizando 100 horas de formación en temas no necesariamente relacionados con su especialidad.
La investigación es la gran ausente en estas instituciones de educación superior. No existen programas, ni grupos constituidos, y los profesores solo pueden realizar sus investigaciones a título personal (y generalmente a espaldas del conservatorio). En la última década se ha incrementado espectacularmente el número de profesores que realizan un máster universitario, y el número de doctores no para de crecer.
Pero ¿cómo investigar en los conservatorios, cuando las propias bibliotecas están en algunos casos cerradas y/o mal dotadas? Y no hablemos de otros “lujos” como servicios de apoyo, de información y orientación profesional para los alumnos, aulas de estudio, etc.
Otra limitación importante es la falta de capacidad para establecer convenios con otras instituciones, al carecer de autonomía jurídica y de gestión. Erasmus (bendito Erasmus) ha permitido que nuestros centros comiencen a relacionarse con los europeos, y ello a pesar de los grandes vacíos normativos entre los que nos movemos tan alegremente…. Y también a pesar de la falta de recursos para el mantenimiento del programa, que se sostiene gracias a la ilusión y abnegación de unos pocos profesores que tienen que hacer frente a responsabilidades que sobrepasan con mucho sus obligaciones. Pero ¿por qué tiene que ser más fácil establecer acuerdos de colaboración y desarrollar experiencias compartidas entre conservatorios de otros países que entre dos conservatorios españoles?
Los estudiantes de música, a diferencia de los de otras enseñanzas, no se conforman con tener cubiertas sus horas de clase e ir aprobando asignaturas, sino que tienen un extraordinario afán de superación y exigen una enseñanza de calidad, como también una conexión real con el mundo laboral. Para eso es necesario contar con unos recursos a los que hoy por hoy la mayoría de los centros no pueden aspirar.
El momento no es bueno, ya lo sabemos. Algunos conservatorios han tenido que soportar ya cortes de teléfono, calefacción, etc. Mientras tanto, desde las administraciones se intenta atajar la situación ahorrando en dotación y en servicios básicos de funcionamiento, con lo que casi siempre terminan pagando las consecuencias los más débiles, es decir, los alumnos.
¿De verdad alguien cree que en el ahorro y la restricción está la solución para los conservatorios superiores, cuando no se supieron aprovechar las vacas gordas? ¿Por qué no se piensa en orientar la actividad al cumplimiento de objetivos, por qué no se invierte en investigación, por qué no se busca generar recursos?
La crisis no es solo económica, sino de confianza y de voluntad desde nuestras administraciones, pero me atrevería a decir aún más, de ideas y de eficiencia…. ¡así nos va!
Solo unos centros dignos y unos sistemas de calidad adecuados nos permitirán estar a la altura en el nuevo Espacio Europeo de Educación Superior. Porque no nos engañemos, a corto plazo o somos competitivos en Europa o no seremos nada.
Antonio Narejos
Miembro del Consejo de la AEC (Asociación Europea de Conservatorios)
Referencias:
ENQA (the European Association for Quality Assurance in Higher Education)
AEC (Association Européenne des Conservatoires, Académies de Musique et Musikhochschulen)